Si bien en cada inicio de año contabilizamos los sueños, los kilos, el dinero, yo cuento lo que me queda de tratamiento; ya sólo serán tres meses para que TODO acabe. Me encuentro entusiasmada y a la vez desesperada, ya es el último jalón, pero traigo unas ansias para que todo pase, para que todo finalice, para volver a mi rutina, para reiniciar mi vida, así como el año.
Ultimamente he visto mi acontecer diario de manera metafórica.
Desde un inicio relacioné las quimioterapias con el mar, por lo infinito, lo poderoso, lo misterioso, lo peligroso... y así fueron. En la primera el agua me revolcó de tal manera que casi me ahoga; le estaba dando la espalda al gran oleaje que me esperaba.
En la segunda ya pude agarrar la gran ola que cayó sobre mí, nadé y nadé, creí que no iba a salir, pero lo hice hasta terminar muy cansada; en mi tercer encuentro me preparé con una tabla de surf, caí pero no tan fuerte como en las anteriores; para la cuarta ya pude agarrar las olas, de hecho más de una.
En la quinta me picó una mantarraya, me hizo sangrar, llorar y estar ansiosa del gran dolor que experimenté, eso sí, tuve una pronta recuperación y de un momento a otro simplemente pasó.
Para cerrar el año me fui a la playa, el mar estaba tan tranquilo, sin olas; parecía alberca.
Quiero pensar que así será mi sexta y última quimioterapia y las 30 radiaciones que próximamente me darán, el agua estará fría pero nadaré tranquilamente junto a la gente que quiero y a mi perro. Me costará trabajo iniciar el nado pero ya estando adentro lo disfrutaré y recibiré lo bueno y la sanación que espero.
Así pues, con augurios positivos quiero comenzar el 2015, el otro día que partí la rosca de reyes me salió el mono por primera vez en mi vida, quiero pensar que eso es señal de que será un buen año, lleno de cosas buenas: cambio de década -llegaré a la tercera-, pero sobre todo renaceré como el ave Fénix, con nuevas virtudes, nuevas plumas, nuevos vuelos, nuevas lágrimas que serán meramente curativas.
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