
¿Cuántas veces te quejaste de que tu amigo comía el triple que tú y parecía recién salido de una huelga de hambre? Todos sabemos lo que se siente eso (a menos que tú seas el amigo extremadamente delgado del grupo, claro). Mientras tú vas con la manzana de aquí para allá, tu amigo come tres pedazos de pastel de chocolate y no conoce la sensación de que un pantalón le quede más ajustado. De todas formas, la alimentación va más allá de nuestro aspecto físico y tarde o temprano hasta el amigo más delgado del grupo tendrá que incorporar hábitos alimenticios saludables.
Pero volvamos al punto inicial: si siempre te has preguntado por qué sucede esta injusticia, a continuación tendrás la respuesta:
La genética incide, claro

Así como nuestros genes definen el color de nuestros ojos, nuestro cabello y tantos otros aspectos físicos, también determinan qué tan difícil o fácil será para nuestro cuerpo engordar. De hecho, los expertos en el genoma humano han logrado separar a aquellos genes que tienen influencia en la distribución y la acumulación de la grasa, así como en el apetito y la masa corporal.
En concreto, un estudio que incluyó a más de 5.000 personas y siguió sus vidas durante 10 años. En cuanto a las mujeres, halló un gen denominado MMP2 que está relacionado con el tejido graso y se encuentra en un tercio de mujeres. Este gen en particular puede promover la acumulación de la grasa.
En cuanto a los hombres, se identificó un gen llamado FTO que se encuentra en el 87 % de ellos y puede significar un mayor riesgo a subir de peso.
La alimentación es clave
Si bien los genes cumplen un papel importante, la dieta que llevamos también es esencial. Si bien algunos de los genes que se relacionan con al aumento de peso provocan que la persona tenga una mayor tendencia a comer alimentos pocos saludables, cualquier persona puede proponerse mantener la disciplina y adquirir hábitos saludables para lidiar con este gen.
Puede ser frustrante ver cómo un amigo no necesita controlar la cantidad de porciones de pastel que come mientras tú intentas sentirle el sabor a esa manzana, pero te puedo asegurar que una vez que te adaptes a una alimentación más sana y fresca, te sentirás mucho mejor y no querrás volver atrás. Las calorías vacías en los dulces y las bebidas azucaradas no contribuyen en nada a tu organismo, por más delgado que seas.
La cantidad de ejercicio
Además de la alimentación, otro aspecto que puede hacer que algunas personas suban más o menos de peso que otras es la cantidad de ejercicio que realizan. A pesar de que la actividad física por sí sola no te ayudará a bajar de peso, sí puede determinar cuánto aumentas de peso.
También es importante tener en cuenta que la cantidad de ejercicio que cada uno necesita para quemar calorías es diferente, y que mientras tú realizas 2 horas de bicicleta, otra persona puede quemar lo mismo en media hora.
Otro aspecto que no se puede perder de vista es si mantenemos conductas compensatorias o no, es decir, si como premio por haber realizado suficiente ejercicio comemos más de la cuenta. Esta costumbre no solo hace que nuestro esfuerzo haya sido en vano, sino que también puede provocar que subamos de peso.
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Otros factores que inciden en el peso
El estrés y la falta de sueño son dos aspectos de nuestra rutina que pueden impactar directamente en nuestro peso y provocar que engordemos más fácilmente. Y es que cuando nos estresamos tenemos mayor tendencia a elegir alimentos no tan saludables, como una forma de sentirnos mejor.
Como ves, la genética sí es muy importante pero no es representa el 100 % a la hora de controlar el peso. Hay muchos aspectos que están en nuestro poder, sobre los que sí podemos trabajar. Por tanto, es hora de dejar de vicitmizarnos a causa de nuestros «malos» genes y de enfocarnos en todo lo que tenemos a nuestro favor.
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