
El tránsito de la infancia a la adultez es un período difícil para todo ser humano, aunque se dé de diferentes maneras en cada individualidad. En esta etapa, a la que llamamos adolescencia, se produce una crisis cuyas manifestaciones de irritabilidad pueden ser muy acuciantes o simplemente pasar como protestas ligeras. En cualquier caso se repite una invariante: los adolescentes se oponen a cualquier tipo de autoridad, lo que significa un símbolo de ruptura del sistema de obediencia infantil anterior.
En ese momento, el adolescente comienza a experimentar múltiples cambios, tanto en su cuerpo y su mente, como en las relaciones que le rodean. Ello inevitablemente genera una gran ansiedad que si no es bien manejada llevará a estallidos de rebeldía y desorden. Aquí está básicamente la fuente de discusiones entre hijos y padres en los hogares donde hay niños en plena adolescencia.
Los padres deberían saber que para los hijos esta situación es extremadamente compleja, ya no son niños; sin embargo, no se les permite hacer determinadas cosas porque aún no son adultos. Es un espacio de indefinición que crea sentimientos de inseguridad y angustia. El adolescente tendrá que componer su nueva personalidad, pero no tiene todavía todos los recursos para lograrlo. Aun así, está sujeto a exigencias muy altas por parte de la sociedad.

Podemos imaginarnos las frustraciones que acarrea querer ser independiente y estar al mismo tiempo controlado por los mayores. A pesar de lo que muchos padres piensen, los adolescentes sufren grandemente la crisis que viven. Dado que no están en tierra de nadie, se sienten solos e incomprendidos.
La única manera de sobrellevar esta crisis si tu hijo es adolescente es tratándolo con el mayor respeto humano posible. Es una persona y tiene todo el derecho del mundo a tener sus propias opiniones y sentimientos. Más que hablar, es esta una etapa contemplativa para ti como padre, un buen momento para escuchar y verificar si todo lo que enseñaste antes ha tenido algún resultado.
Intenta centrarte en ti y permite que tu hijo viva un poco más independiente su vida. Después de tantos años criando a un niño, probablemente tú mismo hayas establecido dependencias que ahora es tiempo de desatar, por el propio bien de la relación. Paulatinamente aléjate, sin dejar de observar los acontecimientos, sólo deja de ser central pues cada día que pasa los hijos van siendo más y más adultos, lo cual es natural y positivo.
Y por último, recuerda que en esta etapa es esencial transmitir valores por medio del propio comportamiento. Evita las cantaletas vacías que no dicen nada e irritan bastante. Antes bien, muestra patrones de conducta justos en tus relaciones con otros adultos y con el mismo adolescente. Como en un espejo, tu hijo aprenderá a reconocer lo que es correcto movido por sentimientos de afecto que sembraste cuando todavía era tu pequeño niño.