“Sentí que la vida volvió a mí”: madre hondureña al reencontrarse con su hijo tras 52 días de estar separados
HOUSTON, Texas. – Los “días grises” y la sensación de "tener el corazón oprimido" se terminaron este martes 17 de julio para la hondureña Lidia Murillo. Después de 52 días de estar separada de su hijo Daniel Eduardo, de 9 años, pudo volver a abrazarlo en las instalaciones de un centro migratorio para menores indocumentados en el poblado de Baytown, al oeste de Houston.
La llamada en la que una trabajadora social le anunció que ya podía pasar a recoger a su hijo entró al teléfono de Lidia alrededor de las 3:30 de la tarde del martes. Había esperado esta noticia desde que la liberaron de un centro de detención en Port Isabel, Texas, el 25 de junio.
No tardó más de una hora en llegar al lugar desde la residencia donde vive ahora con un familiar, en Houston. Allí, una trabajadora social aguardaba por ella. Le pidió que completara otros documentos y luego la condujo por un pasillo hasta un salón.
“Pase, la espera Daniel”, le dijo la empleada, según el relato de Lidia a Univision Noticias.
“Ahí estaba mi hijo sentado. Corrí y lo abracé. Ambos nos abrazamos y lloramos de emoción. Nos dijimos que nos amábamos y nos prometimos que nunca más nadie nos volvería a separar”, dijo Lidia, para quien los días de la separación fueron el tormento más grande de su vida, algo que nunca imaginó al emprender la travesía desde la ciudad de Campamento, en el departamento de Olancho, Honduras hacia Estados Unidos.
“Sentí que la vida volvió a mí. No sabe la alegría que siento. Abrazo a mi hijo y sé que no es un sueño. Volvió a mí esa parte que me faltaba, esa luz que llena mi vida: mi hijo”, dijo en una emotiva conversación con Univision Noticias.
Una vez afuera del centro migratorio, madre e hijo seguían fundidos en un abrazo. No querían separarse y se decían mutuamente que se amaban.
“Yo lo que más extrañaba de ella eran sus besos y sus abrazos… y sobre todo su comida”, dijo el pequeño Daniel. “Me siento muy bien porque ya estoy junto con mi mamá, también me siento muy feliz”, agregó el niño.
El proceso de reunificación de Lidia y Daniel tuvo retrasos que lo hicieron extenderse más de lo que la ansiosa madre esperaba, según lo que le habían explicado mientras estuvo detenida en Port Isabel, Texas.
La hondureña tuvo la entrevista de ‘miedo creíble’ el 13 de junio y siete días después, el 20, le dijeron que había sido aprobada.
“Me habían dicho que tan pronto saliera, podría estar con él, pero no fue así. Salí el 25 de junio, tras pagar la fianza de 1,500 dólares. Llegué a Houston el martes 26 (de junio), me comuniqué con la trabajadora social del caso, completé un formulario de 36 páginas y lo entregué el jueves 28 (de junio), pero desde entonces los días y las noches seguían pasando sin poder tener a mi niño”, detalló.
Fue diligente con cada requisito que le exigían, entregaba casi de inmediato documentos, formularios y pruebas, pero cada vez le pedían algo más. “Parecía un proceso interminable”.
“No podía hacer nada. Estoy en un país que no es el mío, (y no sabía) a quién acudir para preguntar qué más tenía que hacer para estar con mi hijo ya, para agilizar el proceso. Solo me quedaba confiar en la palabra de ella”.
En el caso de Lidia, explicó a Univision Noticias la abogada de inmigración Silvia Mintz, le cambiaron tres veces los trabajadores sociales y también hubo un retraso porque la primera trabajadora social le dijo que le entregarían el niño a ella, pero luego se dio cuenta que necesitaba un copatrocinador y eso requería llenar de nuevo el formulario y entregar más documentación. Además, no le pedían todos los documentos juntos.
Justo el último día, de los 20 que tiene el gobierno para procesar las solicitudes de reunificación, según el acuerdo Flores (que impide que el gobierno federal mantenga niños detenidos por más tiempo del necesario), la llamaron para informarle que todo estaba listo y podía ir al centro de inmigración por su hijo.
La llamada se produjo un día después de que la abogada Mintz y Univision Noticias contactaran a la trabajadora social para preguntar el estatus del caso. "No tenemos el derecho de informar sobre ningún caso", respondió la empleada. Sin embargo, le pidió a Mintz que comprobara que ella estaba asistiendo a Lidia enviándole un email. Luego de hacerlo, pasaron menos de 24 horas para que madre e hijo estuvieran juntos.
Lo que viene tras la reunificación
Reunirse con su hijo tras la separación en la frontera era la mayor preocupación de Lidia, quien dice haber salido de su país para salvaguardar su vida y la del niño. Asegura que era víctima de violencia doméstica y había recibido amenazas.
Pero tras el reencuentro, llega un reto enorme: que se puedan quedar en Estados Unidos de forma legal.
“Lo triste de esta situación es que el hecho de que la reúnan con su hijo es solo la primera etapa de una batalla. La segunda etapa es poder quedarse en el país basado en el caso de abuso que ella sufrió y eso lo veo un poco más difícil”, explicó a Univision Noticias la abogada Mintz.
“Habría que explorar si con base en la violencia que ella sufrió hay algún elemento adicional que le dé opción de calificar por asilo”, agregó la abogada y al tiempo clarificó que cuando Lidia llegó en mayo, la violencia doméstica era una categoría o clase protegida para solicitar este beneficio migratorio, pero desde hace algunas semanas la ley cambió y las víctimas de este tipo de violencia no califican para asilo.
Mintz se refiere a una decisión adoptada en junio por el fiscal general, Jeff Sessions, y que entró en vigor a partir del 11 de julio pasado. En un memorando publicado en la página digital de la Oficina de Ciudadanía y Servicios de Inmigración (USCIS) se precisa que el nuevo protocolo incluye nuevas limitaciones a los pedidos de asilo de personas que huyen por violencia doméstica y de pandillas.
El documento destaca que los agentes de asilo de la USCIS deben ceñirse a lo que dice la ley, es decir, que las únicas causas a considerar en las peticiones son: persecución por raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un grupo social en particular u opinión política.
Lidia tiene claro que su panorama legal para quedarse en el país no luce muy prometedor, pero se aferra a su fe y está dispuesta a seguir su lucha, sobre todo ahora que tiene a hijo con ella.
Las secuelas de una travesía en busca de asilo
“Hasta ahora todo ha sido muy duro, en ocasiones me arrepentí de haber emprendido este camino (venir a Estados Unidos) y me he preguntado si quizás debí solo aceptar mi destino en mi país, sobre todo por la separación de mi hijo. Nunca me imaginé que eso me esperaba, es lo más duro que le pueden hacer a uno (las autoridades migratorias)”, dijo Lidia.
A la madre también la atormenta pensar que por intentar buscar un mejor futuro para su hijo y salvaguardar su vida en este país, el pequeño vaya a quedar marcado de por vida por haberlo separado de ella de manera forzada por casi dos meses.
“Quizás él va estar feliz porque está de nuevo conmigo, pero mi hijo va a quedar marcado, dañado con todo lo que han hecho. Va quedar marcado por todo el tiempo que pasó sin saber de mí, sin saber qué me había pasado”, advirtió Lidia y relató que el día que lo separaron de ella, le gritaba “mami te amo, mami tengo miedo, mami quién me va abrazar ahora cuando yo sienta miedo por las noches”.
Lidia no puede olvidar el momento en que la separaron de su niño porque la reacción del menor fue desgarradora. “Mi hijo lloraba y lloraba y me agarraba mi mano muy fuerte… Se descontroló y me decía mami no te voy a volver a ver”, relató sin poder contener las lágrimas.
El oficial que se lo iba a llevar, dijo, trató de calmarlo diciéndole que en la casa-hogar a donde lo llevaban iba a poder ver televisión, jugar pelota y estudiar. “¿Te gusta el Playstation? Allá vas a poder jugar con esto”, recuerda que le dijo el agente.
Mientras estuvieron separados, Lidia y su hijo Daniel pudieron hablar varias veces, pero la madre empezó a notar que en las últimas conversaciones el niño se había vuelto muy callado. “Solo contestaba ‘sí’ o ‘no’ o ‘bien’. Yo trataba de hacerlo hablar, que me contara cosas y con insistencia le sacaba algunas otras palabras”.
La madre también recuerda, con angustia, que Daniel siempre le decía que tenía mucho miedo de que a ella la deportaran y lo dejarán a él aquí solito. “Prométeme mami que si nos deportan, nos van a deportar juntos”, le recalcaba.
La ciencia respalda los temores que expresa Lidia con relación a las secuelas que les causa a los niños la separación. Un grupo de científicos especializados en desarrollo humano escribió una carta al fiscal Sessions, como reacción a la implementación de la política de tolerancia cero en inmigración, en la que le explican que hay evidencia que prueba que las experiencias de la infancia temprana forman a la persona de por vida y que este período crítico en la vida puede tener efectos sobre el bienestar psicológico y emocional.
En la carta que firman más de 1,300 expertos de instituciones prestigiosas argumentan que hay un amplio consenso entre psicólogos y neurocientíficos con relación a que las políticas actuales de separación forzosa de familias son una forma extrema de abuso emocional en los niños, que tiene el potencial de causar efectos a largo plazo y posiblemente permanentes.
Vea También: