Bukele los llamó dictadores: Maduro y Ortega pierden un aliado en Centroamérica
SAN SALVADOR, El Salvador. Además de derrumbar la hegemonía de los dos partidos tradicionales, el resultado de las elecciones que dejaron como presidente electo de El Salvador a Nayib Bukele afectará la política exterior, marcada en los últimos meses por el respaldo total del gobierno salvadoreño a presidentes que enfrentan profundas crisis políticas como Daniel Ortega en Nicaragua y Nicolás Maduro en Venezuela.
Pese a que tras la victoria del domingo no se ha pronunciado abiertamente sobre sus posturas en política exterior, Bukele sí que ha dado un adelanto de su visión diplomática a través de las redes sociales. “Reconocer el 'nuevo' período presidencial de Nicolás Maduro es estar en contra de la democracia”, escribió en Twitter el 10 de enero de 2019, el día de la investidura del gobernante venezolano. Dos semanas después, el ahora presidente electo cuestionó al propio Maduro y a los mandatarios de Nicaragua y Honduras en un tuit en el que los definía como "dictadores".
Después de ganar las elecciones del 3 de febrero, Bukele no ha vuelto a referirse directamente a esos países, pero ha replicado mensajes de voces incómodas para el establishment de esos países como la del periodistas nicaragüense Carlos Fernando Chamorro o la del presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó. “Nuestro país está listo para concretar pronto una nueva etapa de relaciones, basada en la colaboración y observación de los más altos valores democráticos”, escribió Guaidó. Y Bukele retuiteó.
En unas breves declaraciones que concedió al periódico local El Diario de Hoy Félix Ulloa, el vicepresidente electo, aseguró que el nuevo gobierno replanteará las relaciones diplomáticas con Nicaragua y Venezuela sobre los principios de los derechos humanos, sin profundizar en más detalles.
El acertijo Bukele
En las últimas tres décadas, la política exterior de El Salvador ha tenido un fuerte componente ideológico. Durante 20 años, el partido de derecha Alianza Republicana Nacionalista (Arena) mantuvo relaciones diplomáticas con Taiwán; rechazó relacionarse con Cuba o China; e, incluso, en el año 2002, se apresuró a reconocer un fallido golpe de estado en Venezuela contra el entonces presidente Hugo Chávez.
En el 2009, el izquierdista Frente Farabundo Martí (FMLN) llegó al poder y, en su primer día de gobierno, anunció la apertura de relaciones diplomáticas con Cuba. Además, se convirtió en un aliado incondicional de Venezuela porque el partido firmó un acuerdo de cooperación que le permite importar combustible a precio preferente. Así, El Salvador pasó a ser uno de los países del “eje bolivariano”, al igual que Nicaragua, Bolivia o Cuba.
“La ideología ha marcado la tendencia, pero hoy hay un escenario distinto con la elección del señor Bukele. La gran pregunta es cuál es la ideología del señor Bukele”, dice Nelson Rivera Díaz, director de la escuela de relaciones internacionales de la Universidad de El Salvador (UES). El académico recuerda que el presidente electo se declara una persona de izquierda, pero que ganó la presidencia con un partido de derecha con el cual aparentemente no tiene una atadura fuerte, situación que no se podrá determinar con certeza hasta que nombre a su gabinete.
“Lo importante será determinar quiénes son los sectores que estarán representados en el gobierno de Bukele porque no hay que pensar que solo son personas”, afirma Álvaro Artiga, catedrático de ciencias políticas de la Universidad Centroamericana (UCA). Eso, dice Artiga, dará una luz de cómo se manejarán los intereses salvadoreños en el exterior.
Por el momento, Bukele no ha revelado nombres de quiénes integraran su gabinete. El Plan Cuscatlán, su programa de gobierno, critica que la ideología del gobierno de turno sea el determinante para las relaciones exteriores. “El resultado final han sido las contradicciones con los principios y propósitos que El Salvador defiende de manera multilateral, tales como la democracia, el respeto a los derechos humanos y el compromiso con la paz y la seguridad internacional”, se puede leer en el texto.
“Para un candidato es bien sencillo decir: este es un dictador porque en general el electorado no entiende de relaciones internacionales. Pero una vez que ha ganado una elección, el presidente electo debe comprender que sus acciones tienen graves consecuencias", apunta Rivero Díaz.
El analista intuye que Bukele tendrá una postura más moderada como presidente que lo que dejó entrever en sus comentarios en Twitter. "Por ejemplo, una ruptura de relaciones diplomáticas que es una cuestión ya extrema genera graves consecuencias migratorias, comerciales, logísticas, incluso de traslado de mercaderías. El escenario más probable es que se mantenga al margen, que no de una postura directa”, apunta.
Artiga coincide en que el vínculo de Bukele con Caracas y Managua y con el gobierno será "más débil" que el que tiene el partido de gobierno, el FMLN. "Ahí hay una tradición que no la tiene Bukele, pero no quiere decir automáticamente que va asumir una posición en contra de eso porque puede tomar una posición un poco más al estilo mexicano: apoyar que las soluciones de los países las resuelvan los mismos países, las sociedades, no apoyar acciones de intervención”, apunta.
Pero más allá de cómo lidiar con las crisis en Venezuela y la vecina Nicaragua, a Bukele le espera un problema diplomático más grande y de mayor impacto para El Salvador en política exterior: el fin del Estatus de Protección Temporal (TPS, por sus siglas en inglés) para los migrantes salvadoreños en Estados Unidos.
El 8 de enero, el gobierno de Donald Trump canceló el TPS de El Salvador poniendo así fin al amparo de las deportaciones de casi 200,000 inmigrantes indocumentados que llevan casi dos décadas en Estados Unidos. El gobierno dio hasta el mes de septiembre de 2019 como plazo para abandonar el país o buscar una salida legal a su situación, una cuestión que Bukele deberá atender en los próximos meses.
“El que tengamos algunas relaciones de A, B, C forma con Nicaragua, con Venezuela, incluso con China, tiene implicaciones de largo plazo, pero el tema del estatus migratorio es de cortísimo plazo", asegura Rivera Díaz al advertir que se podría tener que recibir a decenas de miles de salvadoreños en cualquier momento. "'¿Y qué vamos hacer con todos ellos?”, se pregunta.