"La pesadilla de los meteorólogos": por qué la dramática intensificación de huracanes como Laura preocupa a los científicos
Mientras los meteorólogos observaban una tormenta tropical que comenzaba a desarrollarse en el Caribe a principios de esta semana, tenían bastante certeza de que podría convertirse en algo peor.
Sin embargo, sencillamente no podían pronosticar cuán intensa podría llegar a ser.
Laura, que mantuvo a los meteorólogos haciendo diversos pronósticos durante varios días, se fortaleció repentinamente justo antes de tocar tierra, alcanzando la Categoría 4 con vientos sostenidos de 150 mph (241 kph) cuando chocó contra las costas de Luisiana y Texas con vientos devastadores, inundaciones generalizadas y una destructiva marejada ciclónica.
La dramática transformación de Laura fue el más reciente incidente en una preocupante tendencia de lo que los meteorólogos llaman "rápida intensificación" de grandes tormentas, un fenómeno que se vincula al cambio climático mundial y al aumento de la temperatura de los mares.
Lo que alguna vez fue algo inusual, ahora se está volviendo más común. Apenas en los últimos dos años, los científicos han presenciado varios de estos incidentes en una rápida sucesión, incluyendo el huracán Harvey en 2017 y el Michael en 2018.
"Las tormentas que se intensifican rápidamente como los huracanes Laura, Michael y Harvey son peligrosas porque pueden tomar desprevenidos a los meteorólogos y al público", advirtió Jeff Masters, meteorólogo y colaborador de Yale Climate Connections, un servicio de noticias en línea que ofrece la Facultad de Medio Ambiente de la Universidad de Yale.
La intensidad del huracán Laura aumentó en 65 mph (105 kph) en apenas 24 horas el 26 de agosto. Eso la pone a la par del huracán Karl de 2010 en cuanto a la tasa de intensificación más rápida registrada en el Golfo de México, según Masters.
Los registros históricos muestran que desde 1950, ocho tormentas se han intensificado en al menos 40 mph (64 kph) en las 24 horas antes de tocar tierra. Tres de esas tormentas, abajo en letras negritas, se produjeron en los últimos cuatro años: Laura, Michael y Harvey.
"Es la pesadilla de los meteorólogos. Cuando te vas a dormir, dejas una tormenta tropical y cuando te despiertas, te encuentras una Categoría 4", dijo Kerry Emanuel, científico de huracanes del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés).
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Laura no fue el peor escenario, pues azotó una región relativamente despoblada de la costa y hubo tiempo suficiente para evacuar a los residentes en autobuses antes de que llegaran los vientos. "Tuvimos suerte", dice Emanuel.
Para ser justos con los pronosticadores, no es razonable esperar una precisión absoluta, dijo Emanuel, quien está trabajando en un proyecto para incorporar más modelos de probabilidades de la fuerza de los vientos con el fin de ayudar a los propietarios de viviendas a tomar decisiones en cuanto a la evacuación.
"No importa cuánto perfecciones tus modelos, no podrás predecir más allá de cierto horizonte temporal. Incluso aunque midieras cada molécula en la atmósfera, no lo lograrías", dijo.
Como una bomba
Bob Bunting, científico atmosférico, dice que el término 'intensificación rápida'"realmente no capta lo que está sucediendo". Prefiere llamarlo "desarrollo explosivo", describiéndolo como "como la explosión de una bomba".
La transformación se puede observar en imágenes de satélite que muestran cómo las tormentas desarrollan la espiral compacta tan característica de los huracanes. "También tienen ojos muy pequeños, a menudo de apenas 10 a 20 millas (16 a 32 km) de ancho", añadió.
Lo compara con un patinador olímpico que hace un giro y contrae sus brazos para girar más rápidamente. "La misma cantidad de energía se concentra en un área cada vez más pequeña. Con un huracán sucede lo mismo. Conforme gira más rápidamente, su ojo se contrae", dijo.
El principal factor contribuyente es el agua más cálida que, según los científicos, es de donde las tormentas obtienen su energía. "Esa agua es como combustible de cohetes para los huracanes", dijo Bunting.
Debido al cambio climático provocado por los gases de efecto invernadero atrapados en la atmósfera superior, los científicos dicen que los océanos absorben cada vez más energía solar. Alrededor del 93% de ese exceso de energía se almacena en los océanos, dijo Bob Corell, oceanógrafo y exsubdirector de Geociencias de la Fundación Nacional para la Ciencia.
"La mayor parte se concentra en la superficie y unos cientos de metros por debajo", dijo. "De forma sistemática, estas mayores masas de agua se están calentando cada vez más. Podemos medir eso", añadió.
Cuando una tormenta pasa sobre aguas más cálidas en el verano, la evaporación provoca humedad en el aire, lo que permite que la energía térmica se transfiera del mar al aire y sea absorbida por los vientos de la tormenta.
Bunting lo compara con el agua hirviendo en una estufa y cómo el calor que se genera se transforma en vapor de agua. "Cuando un huracán pasa así sobre el agua, el océano libera hacia la atmósfera la energía almacenada. Es física básica, la transferencia de calor de una forma de energía a otra. Pasa de energía potencial a energía cinética", dijo.
Las temperaturas actuales en el Golfo de México son entre uno y dos grados superiores al promedio para esta época del año, o alrededor de 30 a 31 grados centígrados, según la NHC. "Eso es mucho. Eso es verdaderamente cálido", dijo Mark DeMaria, Jefe de Tecnología y Ciencia del Centro Nacional de Huracanes (CNH).
Pero las condiciones ambientales que afectaron a Laura esta semana crearon más incertidumbre de la habitual, pues inicialmente se pronosticó que pasaría sobre La Española y sobre toda Cuba, lo cual se esperaba que la debilitara. Sin embargo, terminó encaminándose más al sur sobre mar abierto, lo que le permitió mantener su fuerza.
"Sabíamos que existían las condiciones adecuadas para su desarrollo, el Golfo estaba más cálido que el promedio habitual y la atmósfera superior era bastante propicia", le dijo a Univision. Pero la tormenta tardó en organizarse conforme dejaba atrás Cuba en su camino hacia el Golfo. "No se intensificó inmediatamente", dijo.
Es por eso que los meteorólogos fueron cautelosos, intentando averiguar si se desarrollaría mientras se dirigía hacia el norte. El CNH se decidió por el pronóstico de que se convertiría en una tormenta de Categoría 3 con vientos de más de 110 mph (177 kph), pero se vio obligado revisar rápidamente su pronóstico conforme la tormenta se acercaba a la costa y finalmente tocó tierra como el huracán más intenso en la historia de Louisiana y el quinto más intenso que se haya registrado en el territorio continental de Estados Unidos.
La buena noticia, dice DeMaria, es que, gracias a algunas herramientas nuevas y sofisticadas en su arsenal, está mejorando la capacidad del Centro Nacional de Huracanes para detectar las condiciones para una rápida intensificación. Apenas en los últimos cinco años la precisión ha mejorado gracias a una combinación de tecnologías, incluyendo una supercomputadora capaz de procesar datos matemáticos y nuevas imágenes de satélite GOES-R infrarrojas que pueden medir la temperatura de la superficie del mar.
Los instrumentos robóticos lanzados al océano, conocidos como 'flotadores oceánicos Argo', pueden flotar a la deriva con las corrientes oceánicas y sumergirse bajo el agua a unos cientos de metros para tomar medidas.
Esto es importante porque, especialmente en el Golfo de México, la profundidad del agua cálida puede variar enormemente.
Se están desplegando 'planeadores oceánicos' experimentales semisumergibles no tripulados para explorar las aguas en la trayectoria de las tormentas con el propósito de obtener mejores registros de datos sobre las condiciones.
"Han confluido muchas cosas", dijo. Pero aún queda mucho por saber sobre el núcleo interno de los huracanes y cómo se desarrollan. "Todavía no somos muy buenos en eso", confesó DeMaria.