Escrito por: Iván Pérez
Una mujer salta a la cancha y corre con todas sus fuerzas. El Dodger Stadium explota entre gritos totalmente extasiado. Saben a dónde va y les encanta la idea. Ella es delgada, estatura media, cabello castaño oscuro y lleva una camiseta con el número 34 en la espalda.
Cuando está cerca del montículo donde está Fernando Valenzuela abre los brazos lo más grande que puede, el pitcher mexicano se queda parado y ella aprovecha para sujetarse de su hombro derecho y le planta un beso. El estadio, para esos momentos, ya es un hervidero de emociones.
La vida de Fernando Valenzuela tiene muchas historias. Por ejemplo, fue inspiración para la música regional mexicana, apareció en portadas de discos, se convirtió en una fuente de monetización muy importante para los Dodgers por la cantidad de boletos que vendía cuando jugaba, y hoy día sus artículos firmados pueden valer miles de dólares.
Fernando se convirtió no solo en un fenómeno deportivo, también cultural, social y una fuente de inspiración. Aquí algunas anécdotas poco conocidas sobre El Toro Valenzuela.
La Fernandomania fue un fenómeno cultural en el sur de los Estados Unidos y en todo México. La relevancia del pitcher mexicano incluso tuvo repercusión en la industria musical. Los Invasores de Nuevo León, un grupo norteño mexicano, le compusieron un corrido a Fernando Valenzuela que lleva por nombre “El Toro”. La canción fue escrita por Lalo Mora, integrante de la agrupación que nació en 1980, justo el año en que el pitcher mexicano hizo su debut con los Dodgers.
Otra de los grupos que le rindió tributo fueron los Gatos Negros de Tiberio, quienes le hicieron una cumbia en 1981, en la portada de ese disco aparece el pelotero mexicano.
El lanzador mexicano se queda inmóvil y responde tímidamente el beso, la joven comienza a brincar de alegría y sabe que pasará un par de horas en prisión. No le importa, sabe que valió la pena.
Aquella postal de 1981 retrata la época en la que el Fernando brilló como nunca. Su popularidad llegó a tal punto que la revista Playgirl lo nombró como uno de los 10 hombres más sexys del mundo.
El lanzador mexicano de los Dodgers fue un fenómeno deportivo, cultural, comercial, toda una leyenda de inspiración e identidad hispana que el fin de semana entre el 11 y 13 de agosto de este 2023 vivirá uno de los momentos más emblemáticos de su vida: el equipo que lo llevó a la gloria va a retirar su mítico número 34.
También será parte de la ceremonia del “Ring of Honor”, seguida de la entrega de una edición coleccionable de un “bubblehead” y una réplica del anillo de la Serie Mundial de 1981.
¿Qué posibilidades hay de que un niño de una ranchería del norte de México sea uno de los mejores jugadores de béisbol de la historia de las Grandes Ligas?
Solo hay una historia así en más de 40 años.
Fernando nació en Etchohuaquila, un rancho de Sonora, que hasta el 2010 ni siquiera llegaba a los 1,000 habitantes. Allí es la cuna de uno de los peloteros más emblemáticos de los Dodgers y de uno de los deportistas más importantes en la historia de México.
Los beneficios de nacer en el norte de México es que sabes que tendrás la posibilidad de que un ojeador de algún equipo del país, o de Grandes Ligas, te ‘eche un ojo’ y cumplas el sueño de ser beisbolista profesional. Así como en Argentina y Brasil los niños sueñan con ser futbolistas, en el norte de México ocurre algo similar con el béisbol.
Fernando fue el menor de 11 hermanos, y entre torneos regionales y amateurs, se fue haciendo de un nombre hasta que en 1977, a los 17, los Mayos de Navojoa lo contrataron y ese mismo año debutó con los Cafeteros de Tepic, un equipo de la Liga del Noreste al que fue cedido.
Las casualidades son importantes en la vida y para que Fernando llegara a Los Dodgers tuvieron que suceder una serie de eventos que en conjunto marcan un camino a la gloria.
Primero, que los Mayos lo contrataran, luego que lo cedieran a préstamo a los Tuzos de Silao, un equipo de la Liga Central Mexicana, después que la Liga Mexicana de Beisbol se sumara a esta competición para fusionarse. De ahí Fernando fue transferido a los Ángeles de Puebla donde inmediatamente fue prestado a los Leones de Yucatán.
Allí a más de 2,100 kilómetros de distancia de su casa, los scouts de los Dodgers lo vieron en 1979. No tardó mucho para que Fernando los conquistara con su talento llevándolos a comprar su pase por 120,000 dólares (503,125 dólares a precios actuales).
En menos de dos años debutó en las Grandes Ligas, fue en septiembre de 1980 y lanzó 10 juegos. Nadie esperaba que un año después se convirtiera en una sensación. Y ahí una vez más las ‘casualidades’ jugaron a su favor. Para el estreno de la temporada 1981 el pitcher asignado para el equipo angelino era Jerry Reuss, pero de última hora se lesionó y entró Fernando al quite y su vida cambió para siempre.
El mexicano inició la temporada con una marca de 8-0, convirtiéndose en el pitcher más relevante del equipo. Ese año ganó el Novato del Año, el Cy Young (el premio al mejor lanzador de las Grandes Ligas) y ganó la Serie Mundial con los Dodgers tras derrotar a los míticos Yankees de Nueva York, donde él lanzó y se llevó la victoria del tercer juego.
La popularidad de Fernando alcanzó niveles estratosféricos. La MLB explica el motivo así: “fue un ícono de identidad de los migrantes, para los méxico-americanos y sumó a los aficionados estadounidenses que estaban locos por su juego”.
¿Dónde estuvo su magia?
Para encontrar la respuesta hay que volver a 1979. Los Dodgers le ‘obligaron’ a mejorar sus lanzamientos, en especial uno: el tirabuzón.
Bobby Castillo le ayudó a perfeccionarlo. Incluso Fernando cuenta que antes de debutar había decidido regresar a México porque sentía que no evolucionaba hasta que en los Dodgers le dijeron algo que lo tranquilizó: “no nos importan los datos ahora, queremos que mejores”.
Y fue justamente el tirabuzón el lanzamiento más emblemático que tuvo, pero el que lo fue mermando más rápido que un pitcher ‘normal’.
Este lanzamiento es ‘peligroso’ porque se dobla el brazo completamente en sentido de las agujas del reloj para darle una rotación contraria a la natural. Este movimiento de codo requiere mucho trabajo y afecta al brazo con el paso del tiempo, eso le ocurrió a Fernando.
Las primeras temporadas fueron espectaculares con los Dodgers. Su llegada a la franquicia representó la integración de la comunidad hispana y mexicana en torno al equipo, que en aquel momento era ‘muy complicada’.
La historia la detalla Eric Nusbaum en su libro “Stealing Home”. El escritor documentó cómo tres barrios mexicanos fueron desplazados de la zona (Palo Verde, La Loma y Bishop) por un proyecto residencial que finalmente no se ejecutó y donde poco tiempo después se construyó el Dodger Stadium.
La disputa llegó, cuentan las crónicas de los diarios locales, a los enfrentamientos físicos en 1959. Tres años después se abrieron las puertas del estadio y los latinos e hispanos estaban lejos de ser relevantes para el equipo.
Lyle Spencer, quien cubrió a los Dodgers para el Herald Examiner de Los Ángeles, recuerda que solo 17% de los aficionados que acudían al estadio eran hispanos.
La llegada de El Toro Valenzuela cambió las cosas. Los fans comenzaron a llegar al equipo porque se sentían identificados. Un chico tímido e inexpresivo arriba del montículo se convirtió en un ídolo.
Los datos indican que cada vez que jugaba Fernando en el Dodger Stadium se vendían 13,000 boletos más comparado a otros días donde el mexicano no era el abridor. El Toro - apodado así por una convocatoria que realizó Los Ángeles Herald Examiner- no solo le daba resultados deportivos, también muchos dólares al equipo.
Los fanáticos de la época recuerdan que las personas hablaban por teléfono para saber cuándo iba a lanzar el mexicano y las estaciones de radio que transmitían los partidos de los Dodgers pasaron de tres a 17 juegos solo por lo que representaba su presencia en el campo de juego.
Pero detrás de este hombre que estaba conquistando a Los Ángeles y todo Estados Unidos había una mujer con la que se mandaba cartas: Linda Burgos.
Ella, su esposa desde 1981, recuerda que su relación comenzó a fortalecerse entre cartas que iban desde Los Ángeles hasta Mérida, Yucatán.
Su relación sentimental comenzó en 1979. Linda lo conoció en una fiesta junto con otros peloteros del equipo de Leones.
Ella ha sido clave para la administración de sus finanzas, de los contratos comerciales e incluso es parte de los accionistas de los Tigres de Quintana Roo, el equipo que compraron en 2017 por casi 3 millones de dólares.
Fernando se convirtió en un fenómeno mediático. En YouTube se pueden encontrar algunos de los comerciales que realizó con empresas como Rayovac, Corn Flakes y otras marcas.
Su arrastre con la comunidad hispana y con los apasionados de béisbol fue absoluto.
Una de las imágenes más importantes y representativas para dimensionar el alcance de Fernando fue el desayuno al que fue invitado el 9 de junio de 1981 en la Casa Blanca donde estuvo presente el presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan y su homólogo mexicano, José López Portillo.
LA Times documenta que esa participación ‘ayudó’ para que la política migratoria fuera más flexible en los Estados Unidos. Ese mismo día, cuenta el ex cronista de los Dodgers, Jaime Jarrín, que “varios de los secretarios de estados y el propio vicepresidente George Bush, hicieron fila para pedirle un autógrafo”.
Uno de sus últimos momentos gloriosos ocurrió el 29 de junio de 1990 cuando lanzó su primer juego sin hit ni carrera precisamente ante St. Louis Cardinals, que años más tarde sería la última franquicia de la MLB en la que jugaría.
Ese día, horas antes, Dave Stewart había conseguido el mismo hito y los jugadores del equipo recuerdan que el mexicano les dijo en el vestidor: “Bueno ya vieron un juego sin hit ni carreras por televisión... ahora verán uno en vivo".
Un año más tarde, días antes del inicio de la temporada 1991, los Dodgers le dijeron que no lo requerían, en lo que fue catalogado como un acto ‘sucio’ por los aficionados, porque no logró conseguir equipo ante el poco lapso que le permitieron para negociar.
Fernando jugó su última temporada en las Grandes Ligas con los Cardinals en 1997 y regresó a México donde estuvo en la Liga Mexicana del Pacífico y fue el 20 de diciembre de 2006 cuando lanzó en su último partido como profesional con las Águilas de Mexicali.
La Fernandomania llegó en la década perfecta. Y es que su carrera coincidió con el asentamiento de millones de migrantes latinos en la ciudad. Una década antes no había la misma gran cantidad de hispanos y en los noventas realmente hubiera sido opacado por otros deportistas.
¿Cómo se puede llegar a dimensionar el impacto de un deportista? Un ejemplo es la mujer que corrió para darle un beso en pleno partido; otra, cuenta el especialista de béisbol y marketing deportivo, Javier Balseca, que hasta se llegaron a subastar y vender los boxers que usó en días de partido.
Las personas están siempre dispuestas a tener algo de su ‘ídolo’ en casa, a un lado de la cama, en el sitio de trabajo.
Fernando Valenzuela se convirtió en un producto de la cultura pop y de la identidad hispana en Estados Unidos.